16 de octubre de 2010

Chicha peruana: una bebida, una cultura, editado por Rafo León y fotografías de Billy Hare

Chicha peruana: una bebida, una cultura, editado por Rafo León y fotografías de Billy Hare, fue elegido el 2009 como Mejor Libro de Historia de Bebidas en el Mundo en el Gourmand World Cookbook Awards.

La introducción está a cargo de Rafo León y Antonio Zapata. Luego se presentan investigaciones como "Norte, chicha y sol" de Lupe Camino, "Chicha: vitalidad en los andes" de Moraima Montibeller Ardiles, "Lima, chichera y mazamorrera" de Isabel Álvarez Novoa, "El masato: la civilización de lo silvestre" de Irma Tuesta de García, Pedro García Hierro y Malena García Tuesta; y "Chicha: de la bebida a la cultura" de José Antonio Lloréns.




Confundida con un licor recreativo por los conquistadores, que la pusieron al mismo nivel que cervezas o aguardientes, la chicha, prolongación “sanguínea” del sagrado maíz, poseía funciones rituales que se han mantenido en los Andes y en la Amazonía.


 

Los recipientes ceremoniales ancestrales, que se usaron para consumir chicha en tiempos precolombinos, nos definen un uso ritual y religioso de la bebida; pero también sabemos que la chicha era consumida como alimento, como medicina, como recurso mágico y como elemento socializador de las fiestas comunales. La chicha no solo cumple un papel socializador sino que relaciona el mundo de los vivos y los muertos, siendo la embriaguez la zona límbica que une a ambos.


Con la influencia de la Colonia, su campo de acción alcanzó también el deleite, destacando el papel de las chicherías en el desarrollo de las gastronomías regionales.

Aquí les ofrecemos un fragmento del libro:


"Los objetos utilitarios que componían el menaje tradicional para la producción de chicha son los siguientes:

Ollas chicheras: Se empleaban las elaboradas de arcilla, en número de cuatro; cada una podía llegar a medir hasta 46 centímetros de alto por 36 de ancho. Por el impacto del calor que debían soportar, estas ollas eran renovadas cada cuatro meses.

Tinajas: De arcilla, miden 60 centímetros de alto por 50 de ancho. Generalmente se contaba con dos a seis de estas. Su uso se mantiene vigente, sobre todo para enfriar el líquido.

Cántaros: Se usaban dos o tres para fermentar el líquido y para transportar la bebida. Actualmente solo se emplean en el proceso de la fermentación.

Guás o umás: El primero es un vocablo probablemente mochica y el segundo, con el significado de cabeza, provendría de un quechua corrompido. Calabazas de hasta 50 centímetros con una profundidad de 60 centímetros. Se usan para enfriar o ventear la chicha, acondicionadas con un palo o vara a manera de una gran cuchara.

Lapas: Lagenarias de formas alargadas usadas como plato para servir el piqueo o trama con que se acompaña la chicha. Aún se emplean en el campo y sirvieron para cambiar chicha por pescado en las playas de Sechura.

Potos: Calabacitas para servir y beber la chicha. Hasta hoy, si se desea halagar a alguien, se trae un poto nuevo y se hace un homenaje: “Sírvele en un poto de estreno”.

Cojuditos: Recipientes más pequeños que los potos, son comunes en los pueblos para beber en menor cantidad, para que la privadora o probadora haga su labor, o para que los niños consuman la bebida."

 

Primera edición 2008
Formato: 23 cm. x 28,5 cm.
Páginas: 237

5 de octubre de 2010

Entre hornos y rocotos, de Blanca Chávez

Blanca Chávez, propietaria del restaurante El Rocoto, es quien nos conduce por los secretos del perol characato en su libro Entre hornos y rocotos, ganador del Premio Especial 2007 por Gourmand World Cookbook Awards.



A fin de conocer una gastronomía tan particular como la peruana, nada mejor que un itinerario por las rutas culinarias del país. De todas quizás sea la arequipeña, junto a la del Cusco, la que haya heredado con mayor temple la tradición prehispánica, con sus cuyes, motes, chochocas y chairos que, entremezclados en justa proporción con matascas, chupes y picantes mestizos, así como cazuelas, pucheros, sancochados y chicharrones, dan por resultado una de las más originales muestras regionales de cocina.

Este libro es, según su propia autora, el fruto de largos años de trabajo frente al fogón, a partir del cual ofrece recetas de estilo propio respetando el legado de las antiguas cocineras arequipeñas.

La publicación está dedicada a la cocina regional arequipeña y nos ofrece una visión general acerca de los insumos, las viejas picanterías y sus grandes matronas, así como la influencia de la cocina arequipeña en otras ciudades del país.

Primera edición 2008
Páginas: 211

2 de octubre de 2010

La cocina monacal en la Lima virreinal, de Eduardo Dargent Chamot

Eduardo Dargent Chamot nos ofrece un recorrido por la cocina conventual, revalorando el aporte de las monjas enclaustradas. También son reseñados aspectos de la vida monacal, la organización económica y la relación de la iglesia con la sociedad.


Este libro, La cocina monacal en la Lima virreinal, es también la historia de la mujer en Lima. En efecto, durante el virreinato existió algo que podría denominarse una ciudad de mujeres, que no era otra cosa que la vida en los claustros, donde residía casi el 20% de la población femenina, desde aristócratas a esclavas. Toda una revolución se gestó en tales espacios, dedicados a la contemplación pero también a la cocina.

Primera edición 2009
Páginas: 132

1 de octubre de 2010

Cajamarca, el sabor del mestizaje, de Marcela Olivas Weston

Cajamarca, el sabor del mestizaje describe en extenso la cocina popular cajamarquina, que se debate en medio de una fricción continua entre el impulso de preservar la tradición y las innovaciones modernas. La autora es Marcela Olivas Weston.


El aporte de Cajamarca a la revolución gastronómica peruana es enorme, no solo por el obvio factor alimenticio sino por su componente ritual, con elementos prehispánicos como mates, cucharas de madera y ollas de cerámica, el clásico fogón, tiestos, batanes y morteros.

Las técnicas de cocción a la parrilla, sobre cenizas o en hornos de piedra, cocción de alimentos en hojas, como humitas y tamales, la foma de preparar papa, mote y chochoca, o las recetas de locro, chupe y sango, también son un gran aporte a la cocina peruana.

Primera edición 2009
Formato: 22.5 cm x 28.5 cm
Páginas: 225