Desde las primeras líneas Maritza Villavicencio manifiesta su compromiso personal con el ayer, hoy y mañana de las mujeres, por lo que desde una visión crítica al empoderamiento contemporáneo de las mujeres, se remonta a la prehistoria de la Europa antigua y al Perú y pre-inca. Así nos demuestra que las mujeres estuvieron largamente en la cúspide del poder de sus respectivas sociedades y que fue su capacidad sustentadora de la vida humana, que le otorgó ese lugar privilegiado. El panteón religión del antiguo Perú estuvo poblado por deidades femeninas nutricias, creadoras de los alimentos y de las fuentes donde estos se reproducen. Ese imaginario colectivo consagró a las mujeres y a los alimentos con el don divino de regenerar la vida. En esta línea Villavicencio nos representa a las poderosas diosas que gobernaron desde tiempos remotos de fe de los antiguos habitantes de Huarochirí y Pachacamac.
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