La aplicación de las políticas económicas requiere entender qué está sucediendo
en la economía. Para ello, los economistas usamos modelos que nos ayudan a
entender los distintos impactos de las políticas y a seleccionar aquellas que generan
mejores resultados en términos de crecimiento y estabilidad en el largo plazo.
A su vez, los modelos económicos se construyen a través de un proceso
inductivo que implica observar en la realidad cómo funcionan las variables que deseamos explicar. Los modelos como simplificación de la realidad son útiles
o no, dependiendo de las circunstancias. A veces un modelo puede servir para
entender cómo se comportan las variables; sin embargo, puede dejar de funcionar
si se producen cambios importantes, por lo que se hará necesario recurrir a otros
modelos. Así pues, se elaboran nuevos modelos cuando los ya existentes no logran
explicar los eventos observados.
Después de la Revolución Industrial se impuso de forma dominante la teoría
liberal, que intenta explicar cómo funcionan los mercados. Según dicha teoría, si
tenemos mercados libres, los individuos que buscan su interés personal agotarán
todas las oportunidades de producción y de intercambio que se puedan generar,
y de ello resultará un uso pleno de los recursos. Bajo este principio, expuesto por
Adam Smith en su obra La riqueza de las naciones, se pensaba que los gobiernos no
debían intervenir en el mercado porque generaban distorsiones e impedían que las
fuerzas de la demanda y de la oferta alcancen el equilibrio de pleno empleo.
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